Para mí el alto de Bianditz es subidas, de muy joven, oliendo a hierba recién cortada una tarde de primavera. Hacer algo para lo que mi pesado cuerpo no está bien capacitado: subir un alto de 13 kilómetros sin descansos. Un esfuerzo que provoca sensaciones (no solo sentir el cansancio) de las que mi mente disfruta, revocando e imponiéndose así al puro físico.
Llegar hasta allá arriba depara a menudo confirmar dónde terminan o dónde nacen las nubes. A veces están altas, a veces (como hoy), se cobijan en la vertiente cantábrica y nos muestran el otro lado (hacia Artikutza y el Urumea) como un regalo de bosques bajo el sol templado de primavera.
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2 comentarios:
Me gustan esos regalos de los que hablas.
Saludos cordiales, Sergio
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