domingo, 14 de marzo de 2010

Lapakiza Linzola


Lapakiza Linzola (2100 m) cresta Oeste. Linza, Valle de Ansó, Pirineos







Si el Pirineo se reduciese a los Valles Occidentales de Roncal y Ansó, aun así nos quedarían cimas, recorridos, vías y recovecos por disfrutar. Podríamos pasarnos toda una vida montañera allí.

Quimboa, Espelunga, Ezkaurre Txiki, Lapakiza, Soumcoy, Añelarra, Sobarcal, Mallo Gorreta, Anzotiello, Txamantxoia, ... ¿soy montañero? Parece que sí. Pero no he conocido aun ninguna de estas cimas. Buena, una de ellas sí: "La Paquita", como decía C.

El valle está limpio, pero la nieve está en excelentes condiciones. Una semana para la primavera, y siguen manteniéndose unas temperaturas de riguroso invierno. Sólo deciros que mi compa, A, al que siempre le sobra el gorro, hoy no se lo ha quitado.

Remolinos de la poca nieve que puede ser aun arrancada de la compacta superficie se levantaban esta mañana en la cresta de Petretxema, augurando una mañana "gore" (de gore-tex) y "windy" (de wind-stopper).

Muchos coches en el parking del refugio de Linza. Mucho montañero, pero nosotros solos. Un primer tramo de bosque. Ese bosque, reliquia del pasado, un mixto de hayas y abetos, nos conduce hasta las primeras rampas de la larga cresta occidental del Lapakiza.

El frío viento del Este y la diferencia de presión apalanca las nubes en la divisoria Zuberoa-Nafarroa, por lo que, sintiéndolo mucho, aquellos que han decidido subirse al Kartxela, al Barazea, al Lakora o al Ori, no han podido ver nada, si acaso estirando mucho el cuello por encima del mar de nubes.

La cresta es larga, fácil, y nos permite avanzar sin crampones, excepto en el tramo final a cima, que se endereza a modo de "escalón", y obliga a tomar precauciones.

Seguimos descendiendo en diagonal hacia el collado de Linza, al encuentro de las huellas, de todos aquellos que suben a los clásicos de la zona: Tres Reyes y Petretxema. Con esquíes, con raquetas, con Vibram.

Azul y blanco, azul y blanco. Ya era hora.

De vuelta al valle, atravesamos el cañón entre las paredes de Espelunga y Ezkaurre. Imponente paso.

Paramos en Ansó. Tranquilidad. Y buenos alimentos. Se está imponiendo una cierta burguesa tradición, esto del mantel tras la actividad. ¿Será esto el final? ¿O será el principio?

6 comentarios:

jefoce dijo...

Pues en el fondo es el principio y el final, todo en uno. Me parece bien que terminéis así las excursiones, es un buen síntoma, yo lo llevo haciendo desde hace años... Buen relato.

Sergio dijo...

El valle de Echo, el gran olvidado. Quizás demasiado cerca, quizás cumbres bajas, quizás pocas casas rurales,... a mí me trae preciosos recuerdos y, sin duda, es mi favorito (aunque por motivos no-montañeros).

Unknown dijo...

Espero ansioso el momento de volver a comer migas.

Bien contado.

imunain dijo...

Gracias a los tres por los comentarios. Con este, ya son cuatro, jeje.

eresfea dijo...

¡Ay!, ¡qué ganas de darme una vuelta por ahí...! Las imágenes, un gustazo.

imunain dijo...

No tardes, eresfea, el Valle está precioso.