lunes, 27 de diciembre de 2010

Genève



Por qué Ginebra

¿Por qué hacerlo fácil? ¿Quién quiere ir a Canarias o a Fuengirola en diciembre, incluso con las torres de control militarizadas, pudiendo ir a una ciudad poco conocida, de dudoso glamour y a bajocero?

Había oído hablar bien de Ginebra, había un libro de una insigne escritora dedicado a la ciudad (ver entrada anterior), y había vuelos baratos con la mismísima Swiss air. También, punto clave, había unos abuelos dispuestos a arremangarse.

Dóde está y resumiendo lo que puede ser Ginebra

Ginebra se levanta en el extremo occidental del inmenso lago Léman, en los Alpes, y en la confluencia de los ríos Rhône y Arve. Las montañas estrangulan Ginebra: El Jura al Norte, el Salève al Sur. Políticamente, pertenece a la Confederación Helvética, aunque por siglos fue una República independiente, así como fue francesa durante un período más corto. Su personalidad ha quedado muy marcada, sobre todo por la Reforma protestante, con Calvino a la cabeza, y dentro de un tono muy centro-europeo más que francés, diría yo. Las cosas deben funcionar muy bien en Ginebra, aunque a cambio sus habitantes parecen ser formales hasta límites exagerados (rozando la antipatía; leer Ginebra, de Rosa Règas, y atender a los alpinistas que cuentan sus experiencias en aquel país).

El Prólogo

Pensando todo el santo día (nervioso que es uno) si podríamos volar por las nieves, por los controladores, si el Estado de Alarma se prolongaría o no, si harían huelga los del metro. Ya iba estrasado... El viaje a Madrid bien, y el paseo por el centro y la caña, mejor. Estuvimos escuchando un rato a la Camerata Musicalis en la basílica de San Miguel.

Dia 1

Volamos a Ginebra sin novedad. Estirando el cuello vi perfectamente cómo pasamos sobre el valle de Tena y la Sierra de Partacua (Telera). También vi perfectamente (¡oh!), la inconfundible silueta de la Meije y el Rateau, en los Alpes del Delfinado. Y Annecy, anidada en la orilla occidental de un gran lago, igual que Genève, donde hay nieve y hielo por todos lados. Nos abrigamos bien. Llegamos rápido y gratis al albergue (en el aeropuerto sacas un ticket de transporte que dura 80', y en el alojamiento te expiden otro -Geneva Pass- que te permite viajar gratis en el tte. público de la ciudad durante toda la estancia).

La primera tarde paseamos con precaución, entre placas de hielo y seracs amenazantes. Aquí no es como en Donosti, que la nieve se va enseguida. En la parte vieja (la Vielle Ville), subo a las torres de la catedral de Saint Pierre, lo que merece mucho la pena al menos con un atardecer como el de aquel día. Tonos rojizos de tarde heidiana, sobre los edificios y el lago. Quemo el disparador con mi ilusión de fotógrafo eternamente principiante.

Cenamos typical swiss, que básicamente consta de... queso fundido con pan. Es tremendo, lo de tener una marca. Croustade de Alpage y Gruyere. Muy buenos, eso sí.

La iluminación navideña a orillas del lago es profusa y preciosa. Todavía tenemos fuerzas de ir al concierto de los lyoneses Sfonx en el MAD. La cañita sale por cuatro euros.

Día 2

Sigue el frío. Nos ponemos internacionales. Como dice la postal que vimos en la exposición del Museo de la Cruz Roja: "Suiza, las dos cruces: Humanidad y Neutralidad". La enorme silla de acero-corten frente a la ONU hace mención al horror de las minas anti-persona. Un guarda jurado acerca un desayuno caliente a un vagabundo que duerme a la puerta de una de estas sedes. Impresiona ver las fotos de los cientos de niños ruandeses a los que, al contrario de lo habitual, se les habían perdido los padres.

Tras la visita, hacemos un recorrido marcado en una de las guías, "From body to heart", que va desde la ONU hasta Eaux-Vives por la orilla del Léman, buscando bancos rojos con fragmentos inscritos de uno de los poemas más famosos de Machado. Niñas tirando bolas de nieve al agua, hombres de negro, turistas... y el Jet d'eau (el Jet d'eau es uno de los símbolos de Ginebra, un enorme chorro de agua que en origen no era más que un escape regulado por una válvula de seguridad de una industria de la zona).

Por la tarde recorremos la zona más comercial (relojerías y joyerías de lujo, tiendas de moda... ), parando un rato a escuchar un concierto de Navidad de una banda de metales con el humilde nombre de Corps de Musique d'Elite-Brass Band Genève. El cepillo que fue pasado por la sala era público, y, joder, la gente dejaba billetes (billete más pequeño de Franco Suizo: 10,00 CHF (8,00 €). Nsotros no: Monedas, que hacen más ruido.

Día 3

El último día (la última mañana) nos pegamos otro buen paseo, recorriendo los barrios de la zona Norte, y yendo a parar a la llamada Jonction, que es donde los dos ríos de la ciudad, el gran Rhône (Ródano) y el Arve, funden sus frías aguas, al Oeste de la ciudad.

Comemos en un restaurante del barrio de Les Paquis, el La Navigation (nos faltaba la fondue). Lo demás, afortunadamente, no tuvo historia: Aeropuerto y volar a casa: Las cañas en Argüelles, de escándalo.

2 comentarios:

Rocio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rocio dijo...

Como me gusta la nieve en nuestras vacaciones disfruto de ir a lugares en los que sea invierno y mucho mejor si hace frio como para que caiga nieve. Este año estoy en campaña para obtener vuelos baratos a madrid y de a poco voy consiguiendo lo que necesito