viernes, 22 de julio de 2011

Laguardia






Laguardia sigue tan o más bella que cuando íbamos en verano, de pequeños. Tantos recuerdos guardados, tantos perdidos, y tantos recordados por mis hermanos y aitas. Y esos olores: el del vino, el de las callejas del pueblo, la panadería...

Conocí Laguardia como un coqueto pueblo dedicado a la agricultura y al vino, siempre varios escalones por encima de cualquier otro pueblo aledaño. Era como una pica en flandes del PNV en la frontera Sur de Euskadi. Mucho bilbaíno, gasteizatarra o giputxi con piso allí, mucho "turismo interior" que se dice ahora. En la actualidad se nota que ha entrado también el turismo internacional; mucho bus de esos de "rutas enólogas" (visita a bodegas como plato fuerte, ¿no?).

Desde las ventanas del apartamento que nos dejaban nuestros familiares para pasar quince días en verano (mis aitas, ambos de Donosti, nos privaron de la "casa del pueblo" que tiene casi todo el mundo) dominábamos una gran franja de terreno. Desde las del Norte: el largo y bellísimo cordal de la Sierra de Cantabria, con el colmillo de Lapoblación cerrando el excelso paisaje, y la frecuente nube de algodón dejándose caer cresta abajo. Desde las del Sur: El Valle del Ebro y al fondo, en los días más claros, San Lorenzo.

El primer paseo al pueblo tras dejar las maletas en el apartamento era para hacer la compra y rellenar convenientemente un enorme y pesado garrafón de delicioso vino morado. Hicimos Olimpiadas entre los tres hermanos, visitamos andando todos los pueblos vecinos (Elvillar, Elciego, Páganos... ), bebimos el siempre recordado tinto cosechero de "Los Sietes", desayunamos decenas de "sobaos" y comimos muchas tortillas de patata con aquel maravilloso pan hueco. La piscina, la chopera, las cenas en el balcón con todas las lucecitas de los pueblos como decorado... incluso un año me animé a ir desde Donosti en bici: ¡180 km. de reconfortante agonía!

Voy a Laguardia menos de lo que me gustaría.

fotos: Raquel M.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Enorme!!

Esos recuerdos de infancia no te los quitas jamás. Te he visto con morriña ,-)