lunes, 31 de marzo de 2008

Donamaria



17.02.08. Al adelantar Betcha la vuelta de Gasteiz, dio el “avanti” a mi plan para ir a pasar el día al Baztan. El Anticiclón de las Azores, o de donde Al Gore quiera que esté, se mantiene por días y días, y este fin de semana sigue aguantando. Se ha levantado viento estos últimos días, pero la cosa no ha llegado a ser demasiado molesta.

Quedamos con Raquel y Arantza, La Adri y Oscar. Afortunadamente encontraron a este buen amigo que hace las funciones de chófer; a Camino le tocaba currar.

El plan principal consistía en la visita guiada a la restaurada (años 2000-2001) Casa-Torre Jauregizar de Donamaria. Preciosa construcción del siglo XIV, testigo de muchas de las vicisitudes de esos convulsas épocas.

Paramos, pues vamos sobrados de tiempo, un ratito en Doneztebe, y a las 12h00 estamos en el predito que hay a la entrada de la Torre, escuchando las primeras palabras de la técnica de Turismo del pueblo. Nos hace una nota introductoria, para enseguida entrar dentro y conocer sucesivamente las cuatro plantas (2 de paredes de piedra y otras dos de madera original) de la Casa.

Tras una hora de visita, nos despedimos de la técnico y de la pareja de Iruña que formaba parte del grupo, y me monto a Aimar en la chepa para dar la vuelta a la Torre (más fotos).
Ahora venía la hora de los pequeños: Jugar en el precioso parque que, según la técnico, los hombres del pueblo habían construído para los niños. “Ahora ya hay varios niños viviendo aquí”, decía. Montado en un prado junto al herriko ostatua, tiene su casita, su tirolina, mesa de ping-pongo (con armarito incluyendo palas y pelotas), rocódromo infantil, portería, canasta, columpios, txirristra, …

Juegan y comen; alguna atrevida se desliza por la tirolina, y hasta jugamos al ping-pong un rato. Un puntazo de parque con un grato aroma artesanal.

A eso de las 14h30 subimos al Ostatu a ver si nos dan de comer. Hay poca gente, no hay problema. Dos parejas de Burlada, con sus respectivos hijos pequeños nos restan protagonismo, afortunadamente, pues los nuestros no paran quietos sobre el sonoro suelo de madera. Comemos ensaladas, rape para dos, ajoarriero y chuleta de ternera, todo ello bastane muy rico. Las tartas de queso a más de una le resultan excesivas, de lo cual me aprovecho…

A primera hora de la tarde subimos a los embalses de Leurtza, que según la técnico de turismo ya disponían de un circuito apto hasta para sillas de ruedas (demasiado optimista; se habrán acondicionado algo así como 30 metros).

En poco más de 1/2 hora cercamos el embalse, rodeado y casi acosado por un inmenso y precioso hayedo, desnudo en ramas y vestido en la tierra. Mientras tanto, y como era de esperar, los lolos y Adriana se han quedado roques en el corto trayecto entre Donamaria y Leurtza. Para nuestra tranquilidad, Aran les cuidaba durmiendo, ojo avizor.

De camino a casa me embarga un tremendo sopor, hasta que paramos a tomar algo en el Bar Urdanibia de la urbanización del mismo nombre. Es un sitio elegante, para pasar un rato tranquilo hablando (¿servirán el "Bellini"?).

El último tramo lo hacemos por la autopista, y ya en casa todo va encaminado a meter a los lolos a la cama una vez bajan el pistón.

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