miércoles, 6 de mayo de 2009

Laguna de Gallocanta


La Laguna de Pitillas fue a la de Gallocanta lo que el Baruntse al Makalu para los Iñurra-Zabalza-Vallejo, vamos, un entrenamiento.

La autovía Mudéjar (A-23) nos interna cómodamente en en el interior de Aragón.
Vamos a inundar aun más Gallocanta: somos 24 (de los cuales, 12 son niños).

Comemos en Daroca, bonito pueblo del Valle del Jiloca. Estos valles desdibujados en zonas mesetarias hacen siempre que me pregunte "hacia dónde va el agua; en que cuenca desaguará", ya que el sentido no es nada claro a 1ª vista, como ocurre en los valles de montaña. No lo he mirado, pero me imagino que el Jiloca irá a parar al... ¿Ebro?

Pueblos escondidos, estos aragoneses. Al contrario que en innumerables pueblos castellanos de origen medieval, donde el casco antiguo, con castillo o sin el, se construía sobre las elevaciones (objetivo: ver y dificultar el acceso en caso de bronca), estos, con antecedentes mudéjares, se valen de lo contrario, es decir de las concavidades, cañones, vallecitos, consiguiendo un efecto de ocultación asombroso (no ser visto).

Nos juntamos todos, pues, en Daroca, y tras comer, damos un paseo por la zona alta del pueblo, que merece mucho la pena. La meteoroloía es excelente, con cielos completamente despejados y temperaturas primaverales... todo un triunfo para los habitantes de la franja cantábrica.

Nos internamos por tierras fronterizas: Valle del Jiloca, Campo de Daroca, estribaciones del Sistema Ibérico. Me estimula el brutal cambio del paisaje. Pasado el Puerto del Santed, la imagen es bella: Se anuncia, entre elevaciones a izquiera y derecha de la Sierra de Santa Cruz, una gran planicie, derramando el cielo sobre la tierra, no apretándolo. Un castillo semi-derruido en un extremo, sobre Santed, y una carretera recta y en suave descenso, que más que en descenso parece en ascenso, a la gloria.

Gallocanta es un pequeño pueblo, asentado junto a la orilla Norte de la laguna a la que da nombre, de no más de 150 habitantes, uno de los cuales es un cubano de nombre Litzan, que regenta el albergue Allucant con lo mejor de los dos mundos: aplomo cubano y eficiencia europea. Las dos habitaciones, con 10 camas en línea cada una, harán las delicias de los pequeños saltarines.

paseo vespertino

La hora de la cena es particularmente agobiante, aunque dentro del caos existe un orden, incluso en los caos que provocan 12 niños de entre 1 y 8 años. Como nota curiosa y entrañable, para uno que era seguidor de la serie, apuntar que en este albergue se celebra anualmente una Kedada de los fans de "Dr. en Alaska" ("Northern Exposure"), mítica serie que programaban en La 2 hace años.

El sábado hicimos una intentona de entrar en El Monasterio de Piedra: llegamos hasta el parking y nos dimos la vuelta. Demasiada gente. Bastante estrés teníamos ya con las cenas en el albergue. Pablo pinchó en el mejor lugar, justo frente a la laguna de Zaida, que anegan y secan sucesivamente cada año.

Decidimos mover nuestros culos a Jaraba, donde se nos prometía ambiente relajado y posibilidad de paseos campestres. Hicimos un paseo entre dos balnearios, Sicilia y Serón. Tras la comida en un parque entre el río Mesa y las paredes del desfiladero, hicimos un ascenso extremo por una canal hasta un mirador desde donde se veía la entrada al cañón y el propio pueblo.

Tras cafés y cañas en la terraza del balneario, pensamos acercarnos a Molina de Aragón, que sorprendió agradablemente a más de uno. Los paisajes que atravesamos, entre Zaragoza, Teruel y Guadalajara, no dejaron de maravillarme. Molina tal vez esté algo desvencijada, así nos lo pareció, pero Castilla la Mancha es muy grande y en Toledo igual la consideran aragonesa... El castillo (s. XIII) merece mucho la pena, en cualquier caso.

Por la noche, la media luna se dejaba ver sobre la gran claraboya de la habitación, e iluminaba los primeros sueños de Aimartxo. Yo, por mi parte, hasta pude tomarme un par de txupitos de patxa con un par de amigos. Aquella noche, además, los compañeros catalanes estaban contentos.

El domingo, las nubes debían seguir por Donosti, en las tierras esteparias la primavera carecía de recortes. Se mostraba rotunda. Debíamos dar la vuelta a la laguna, no era cuestión de pasar allí el finde e irnos a ver Dynolandia. La presión turística era inexistente, se ceñía a nosotros. Tal vez, en Gallocanta ocurra como en Irati en otoño; que la afluencia masiva se concentre en unos pocos meses. El recorrido en coche no ofrece problemas, pues las pistas (señalizadas) son de bastante buena calidad. Eso sí, informarse, porque si hay zonas anegadas y embarradas, uno se puede quedar atrapado.

Tras el paso por el Centro de Interpretación (se prevé la inauguración del nuevo, cerca del albergue, para la temporada de grullas-octubre), llega la hora de la comida, que celebramos en el área de "Fuente de las Haces". Fue nuestra última actividad juntos. Los niños recogieron la comba, y los mayores a sus niños.

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