Un niño que cuidaba del ganado en alguna región de Turquía llegaba, por esta razón, siempre tarde a clase. Solía sentarse siempre el último en su pupitre, cuando la clase ya había comenzado.
El niño pastor siempre se disculpaba ante el profesor, alegando su temprana y dura tarea para explicar su tardanza.
Una mañana, sin embargo, su profesor hizo salir y esconderse a toda la clase. Cuando el protagonista de este recuerdo de infancia llegó, se sentó como simpre en su pupitre, extrañado esta vez de que no hubiera llegado nadie aun.
En ese momento, su profesor y todos sus compañeros de clase entraron, aplaudiéndole, haciéndole sentir que aquel día él había sido el primero en llegar.
Recomiendo (humildemente, se suele decir) la visita al nuevo San Telmo, y atender un merecido rato a los vídeos de la exposición temporal "Seis mil millones de Otros" que ahora mismo se encuentra instalada.
1 comentario:
Seguiremos tu consejo.
Publicar un comentario